¡Buenos días!
Ya diciendo adiós a septiembre y dispuest@s a entrar en la recta final del año (que por cierto, con lo pocos festivos que quedan de aquí a navidades se va a hacer este otoño bastante más duro que otros...). Pero en fin, dejémonos de pensamientos negativos y plantémosle nuestra mejor cara al mes que vamos a estrenar en unas pocas horas.
Y como de dejar cosas atrás se trata, hoy quiero hablar aquí de una tendencia que continúa (porque lo llevamos viendo por la calles desde ¿hace casi un año ya?) y a mí personalmente me espanta por dos motivos. Me refiero a los creepers. Sí, esas zapatillas con suelas de goma (lisas o en relieve, eso ya es lo más) de hasta 5 cms o más. ¿Ya os he dicho que me espantan? Bueno, pues ahora os cuento los dos motivos fundamentales por los que me pasa esto: el primero es que tengo unos pies bastante delicados, todo me roza (más en verano, por supuesto, con la piel al aire) también en invierno, y pensar en unas zapatillas con una suela de goma de ese pelo hace que me eche a temblar, literalmente. Todavía recuerdo un verano cuando era aún niña, con un antojo por unas Converse All Star de bota... bueno, las conseguí (no fueron unas converse, pero un modelo muy muy similar) y a la media hora como mucho de llevarlas puestas... aquello fue un festival de rozaduras y ampollas para mis pobres pies. Desde aquel momento, cada vez que veo ese tipo de calzado me trae unos recuerdos bastante dolorosos; y el segundo motivo es ¿hay algo más antiestético que unos creepers? Sobre todo, porque para lucirlos hay que llevarlos con shorts, faldas, vestidos, leggins, jeggins o pantalones que dejen ver bien esa base sobre la que asientas tus pies... Llamadme tradicional, rancia o antigua, pero... NO. No a los creepers. Lo siento. Seré una fetichista, me gustan mis pies. Por extensión, los pies. Y esconderlos y amordazarlos en unas antiestéticas zapatillas que me recuerdan a las bases de hormigón donde sujetan los postes provisionales en la carretera, o las sombrillas en las terrazas... definitivamente no es para mi.
Y no nos equivoquemos. Me gustan las zapatillas, las deportivas, las bambas, incluso las Victoria de toda la vida (con ese puntito retro), pero no los creepers. Puedo reconocer su utilidad en días de lluvia por aquello de no mojarte las plantas de los pies, pero para eso ya tengo mis Hunter, como os contaba el otro día. Así que no tienen sentido en mi particular visión de la moda. Yo entiendo que la imaginación de los diseñadores no es infinita (al fin y al cabo, todo esta inventado ya) y las tendencias proponen, a veces, cosas disparatadas que se quedan en los desfiles y nunca llegas a ver por la calle, pero un@ debe tratar de llevar aquello con lo que se vea favorecid@, y no creo que este sea el caso, por muy trendy que te parezca que vas... ¿O será que de nuevo me está jugando una mala pasada mi recuerdo de una niñez atormentada por suelas de goma imposibles?
¿Qué pensáis? ¿Creepers si o creepers no?
Imágenes cortesía de: chocolla.com.br, infozapatos.com
